miércoles, 4 de abril de 2012

Templos de mala muerte y buena vida (I)


BAR PASTÍS 

A Ángel, guardián de una Barcelona que quizá nunca existió
 
El Pastís tiene un sabor especial y todo en él huele a historia, una historia brumosa, posiblemente más ideal que real, de una Barcelona gris que aspiraba a ser libre y donde el Raval más portuario aún se llamaba Barrio Chino y por sus calles merodeaban canallas y putas autóctonas, marineros sedientos de alcohol y amor barato, ociosos de mal vivir y jóvenes con ganas de diversión.   

Escondido en una callejuela en la parte baja de Las Ramblas, el bar Pastís es un local diminuto, acogedor y con una decoración recargada y repleta de fotos antiguas, recortes de viejos diarios, azulejos con ocurrencias cínicas y divertidas, así como un curioso y valiosos muñeco de madera que cuelga del techo, cuya pintura desconchada da fe de la vejez de un local pasado de moda, extemporáneo e incluso inoportuno.

El Pastís desentona, no casa bien con esta Barcelona yupi-guay vendida al turismo ni conecta con la sensibilidad de los nuevos urbanitas, para quienes esta mezcla de pequeña catedral barroca, boite de nuit y bahúl de los recuerdos no es más que un bello y encantador museo que nos recuerda los célebres chansonières y artistas que se han acercado al bar para beber o cantar en este templo, que tiene como bebida de la casa el aguardiente típico de Maresella. George Moustaki, Luís Eduardo Aute, Joaquín Sabina, Paco Ibáñez y Picasso son algunos de los ilustres homenots que se han recostado en su barra y meado en su diminuto lavabo.

En definitiva, un local acogedor, pasado de moda e ideal para nostálgicos, amantes de la bohème, sentimentalistas incurables, cenetistas irreductibles, fans de recitales intimistas y fauna por el estilo.

Barra del Pastís

 
Licencia de Creative Commons
Catalanadas y otros cuentos by Toni Bellido Plans is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.